domingo, 27 de enero de 2013

Un Febrero en el olvido

Vladimir Kush

EL jueves 24 de enero,  a la 17:30, salimos a caminar,   bajo  un sol que vomitaba lava, rodeados de una  atmósfera de caldo caliente y  húmedo, respirando el aire de grasa fundida en la olla a presión de las cloacas.
De pronto, todo ese aire transpirado y rancio, fue yugulado por instantáneas e insólitas ráfagas sibilantes exhaladas por los pulmones cardinales de los vientos.
Helada como la nieve, la repentina tempestad, incrustaba en nuestros ojos, el polvo de la tierra seca de las plazas, las ramitas arrancadas de  los árboles en báscula, los insectos de las rutas, los pájaros en celo, las tercas hormigas, el caldo inflamado de las alcantarillas, el reloj de bolsillo de mi abuelo Manuel, una rodaja de matambre de mi abuela Pastora, una cuenta de rosario de mi abuela Lola,  una piedra azul de amatista,el aroma de las violetas de España, los peces de Piscis, el tridente de Poseidón, una astilla de la balsa de Ulises,  el corazón del día de los enamorados,  el cuatro de copas de un envido perdido, el rojo de la copa de vino y la espuma salobre de las olas. 
Nuestros cuerpos sintieron el alivio luego del súbito descenso de la  temperatura y nuestros ojos sufrieron la ceguera momentánea  provocada por los cuerpos extraños incrustados en nuestras conjuntivas, protegidas, en un acto reflejo,  por los párpados, cerrados a presión  y  las manos en posición de visera.

Luego del increíble fenómeno climático de los vientos siberianos en el tórrido verano, llegamos a casa.

La mañana siguiente, enero lucía un perfecto ojal de otoño en la solapa de marzo y febrero había pasado al olvido, por primera vez,  desde el año 300  a. de C. cuando el edil Flavio agregó diciembre y febrero, penúltimo y último mes del año, éste bautizado februs en homenaje a las fiestas de purificación que los sabinos llamaban februa.

Así, a causa del extraño fenómeno climático,  el mes de febrero, segundo del año y último para los romanos, había desaparecido del calendario inventado por el edil Flavio rectificado por  Julio César en el año 46 y vuelto a rectificar por el  Papa Gregorio XIII  en 1582, que terminó por imponerse como calendario gregoriano.

El  extraño fenómeno climático , no tuvo  impacto sobre el eje de la Tierra y  la alineación de los planetas en el orden del Cosmos,  pero sí tuvo un fuerte impacto en la vida cotidiana de la  raza humana: durante 28 días del 2013, con febrero en el olvido, no hubo ningún nacimiento, ninguna muerte, ningún cumpleaños, ningún enamorado  y,  todos los que nacimos al menos un febrero anterior, envejecimos un año sin haberlo cumplido.    

Marcelo Ocampo

domingo, 6 de enero de 2013

La otra Navidad


Ser que nace para morir por todos, como todos, él, chivos expiatorios, consuelo de los desamparados, espejos retrovisores colocados entre las bebidas y el pan, una oda navideña desmaya en las retinas que son los cadáveres de las imágenes que por costumbre proyectamos.
Exprimiendo imágenes, como trago nuevo para mitigar la soledad del árbol decorado con nuestras papilas, sacudiendo palabras que serán nada, un itinerario invertido del ser al no ser y de aquello que es a la nada.

La danza de Hypnos  Thánatos en  el limbo de los ojos del sonámbulo, un desfile de los difuntos que leen la Biblia, la diáspora de la lengua desde Babel, un matemático ebrio, sentado en el cordón de la vereda, explicando a desprevenidos transeúntes,  la imagen de Narciso en el espejo de agua y la  función biyectiva de las matemáticas.
    
Un sacerdote da la extremaunción al beato moribundo, otro, esconde bajo las sotanas, los estigmas del pecado y  en un cuarto, dos cuerpos, perfumados con seductores aromas de  mirra, se funden   en una   brutal exhalación de cópula feroz, frente a la mirada de los ojos muertos de los corderos que parpadean, como luces del árbol de la otra navidad.  

El alter ego entre Father Christmas  y San Nicolás de Bari uno de Shopping, el otro de fe, y, en el medio, el tercero, el niño Dios y todos los niños, en el espacio ritual de agasajos y regalos. 

El tapiz colgado en la pared del living  hilvana en las retinas, imágenes de la cena navideña, con el árbol que parpadea nostalgias y tristezas.

Penélope, la tejedora, está sola, reposa, en el color más dulce, en la hamaca de la infancia, descansa en los cuatro elementos y en la esperanza de la otra navidad.

 En el envés del tapiz, los hilos se mezclan de manera caótica, el árbol se seca, la luz se apaga, la copa estalla, el colapso gravitatorio, amenaza con tragar todo aquello que es Cosmos.
El  Arúspice de las vísceras de los corderos sacrificados aquel 24 de diciembre, lo había presagiado.

 ...“Reposa, en el color mas dulce, en la hamaca de la infancia, descansa en los cuatro elementos y en la esperanza de Otra Navidad”… 

Marcelo Ocampo