lunes, 31 de mayo de 2010

La razón como tragedia

Jean-Auguste-Dominique Ingres,Edipo e la Sfinge, 1808. Paris Louvre


Ya no alcanza el hilo de la razón de Ariadna,
ya no alcanza y en la esquina de algún tango
el imperativo del amigo traicionado
es vengado por Dionisos.
Kant muere alcanzado por la hoja de cuchillo
de otro amigo.
Y a la vuelta de esa esquina,
Sócrates mata a la tragedia
y la sangre derramada del macho cabrío
fecunda la tierra y nacen vides y hiedras
para llevar alegría a los hombres
aunque sea por un instante.
Las apolíneas estatuas vestidas de gala,
se ponen los ojos de Edipo
para ver el espanto del que sabía y podía
demasiado,
el dolor resbala en el mármol
y la saga de pies hinchados, sigue marchando.
El gallo declara ante el magistrado:
“Soy inocente, Critón nunca me ha alcanzado”
y desde entonces, los médicos incrédulos
deben un gallo a Asclepio.
La esfinge espera por Edipo que viene
De la encrucijada de tres caminos,
Con la manos manchadas de parricidio
y así continúa el proceso infinito
de la venganza en las puertas de Tebas,
como así había ocurrido en la casa de Asterión.
Con las dos quimeras muertas,
las dos princesas esperan,
cada una con su mejor collar,
al héroe más poderoso
para subir de su mano al trono.
Los matadores de monstruos
sellan un pacto en Colono
y el poder sagrado de los soberanos
brilla sobre la cresta del gallo.

Marcelo Ocampo