Me provoca indignación, cuando se confunden los derechos humanos, (declaración de 1948), con la inseguridad, esto es, pensar que si las minorías avanzaron en sus derechos, entonces los derechos humanos protegen solo a esas minorías y no a la mayoría de las personas. En verdad La Declaración Universal de Derechos Humanos de la OMS, promulgada en la posguerra, en el años1948, es para todos y para cada uno de los habitantes de la tierra. Entonces si son derechos fundamentales de la humanidad ¿cómo es que se responsabiliza a los derechos humanos por la inseguridad?
Parece que al revés, el no cumplimiento de los derechos humanos, es la causa de la inseguridad y no la consecuencia en este asunto.
Pero como siempre las cosas no son lineales, me refiero al tiempo lineal de causa y efecto. El fenómeno es más complejo y para tratar de comprender algo más de esta realidad, será preciso recurrir además al tiempo sincrónico donde hay concausas no necesariamente lineales, sino que van ocurriendo simultáneamente.
En América Latina donde la inequidad es mas alta que en otras regiones, la inseguridad es mayor.
Esta inequidad, es la madre de muchas paradojas, por ejemplo durante años y con distintos gobiernos y políticas del carnaval vernáculo, (deme 2, primavera, peso/dolar1 a 1,) , la clase media (me incluyo) viajó por el mundo, estuvo de fiesta, bailando en la cubierta del famoso transatlántico, sin darse cuenta, que en la orilla, había madres de plaza de Mayo, con pañuelos blancos, madres del paco con pañuelos negros, gente sin trabajo, pobres, indigentes y miserables, con hambre como signo de la muerte, no de muerte ontológica, sino por falta de comida; del otro lado de la orilla, anoréxicas encima de las pasarelas y su tragedia frente al espejo Unas mueren de hambre y otras mueren de imagen, en la tragedia de la cultura.
Por debajo de las autopistas que unen centros urbanos, unas casas sin puertas ni ventanas, con paredes de arpillera y de ramas, sirven de miserables viviendas a los propietarios del aire, que duermen bajo un techo de doble mano y por encima, autos nuevos y confortables, con la preocupación de una multa por exceso de velocidad y con el temor de las piedras que tiran desde el costado o desde los puentes los malvivientes y piedras como puñado de granizo, que tiran las malditas nubes. Piedra sobre piedra, miedo a ser alcanzado por las piedras, miedo del itinerario de la carne a la piedra, el ojo de la Medusa, acecha. Ya nada es seguro, ¿Quién habrá tirado la primera piedra?
La ciudad de la Plata, un centro urbano tranquilo, está unida a la capital de la nación argentina, Buenos Aires, por un cordón umbilical de cemento, la famosa autopista. La pobreza, la inseguridad, la droga, ganaron las calles, bajaron por la autopista, cuando ¿estábamos distraídos?
Contaré una anécdota:
La necesidad de un primer trabajo como médico, me lleva en colectivos a San Francisco Solano y de allí a Rafael Calzada, estaba promediando el año 1983. Al bajar del colectivo, tenía que caminar unas cuadras hasta la estación ferroviaria de Calzada, en ese trayecto, iba distraído, de saco y corbata y maletín en mano, cuando algo me llamó la atención: las farmacias tenían rejas que separaban al cliente del farmacéutico y pensé –que mal que viven por acá, pobre gente.
Además observé que había pocas cuadras asfaltadas, zanjas a cielo abierto y de regreso a la parada del micro, perros aullando al cielo.
La misma urbanización incipiente en San Francisco Solano, la calle asfaltada de la clínica la 843 y la del centro, la 844, angosta y con varios comercios, interrumpidos por el emplazamiento del hospital y del cuartel de bomberos. Todo el sector cívico, con calles de asfalto, con casas modestas bien cuidadas; rodeadas por calles de tierra y mas lejos, pero no tanto, las viviendas de madera y de chapa, al costado de las riberas del arroyo. Por las avenidas que unen toda la zona de Quilmes Oeste, colectivos llenos de gente, que van a trabajar, laburantes que pueden ayer como hoy, perder su empleo sin aviso previo, un simple telegrama o una empresa que cierra de la noche a la mañana.
Una clínica de la zona cerró sus puertas y todos los médicos, (incluído yo mismo), por razones que aun desconozco, quedamos fuera de patitas en la calle y a merced de la justicia de turno que respondía al poder de turno y a la cápita de los poderosos, que siempre están de turno.
Una tarde en el consultorio de la clínica de Solano, la mamá de un pequeño paciente, me dice que para reyes, le regalaron a su hijo una bici, pero que la puede usar en la cuadra de la casa y bajo la estricta vigilancia de ella o del padre y bajo promesa de no doblar la esquina, incrédulo pregunté -porqué no lo dejan doblar la esquina? La respuesta obvia no se hizo esperar, - y Doctor, si da vuelta la esquina, de seguro lo fajan y le roban la bici.
¿Cuándo ocurrió esta especie de conurbanización en La Plata?
No lo se, pero iba ocurriendo aquello que había visto en mi experiencia de trabajo en el conurbano bonaerense, iba ocurriendo, inexorablemente. Esto que los sociólogos llaman cordones urbanos, suburbanos, eufemismos tales como villas de emergencia, villas miseria, conglomerados suburbanos, asentamientos corrientes migratorias desde otras provincias, contra migraciones, etc.
En la Plata , vivíamos otra realidad, mientras todo aquello iba ocurriendo, el centro estaba a salvo, el mal estaba lejos (a unas cuadras nomás).
Las calles asfaltadas, el agua potable, estudiantes, empleados, profesionales y gente de oficios varios, trabajando y caminando bajo las calles iluminadas con luz de gas y ese magnífico trazado urbano de diagonales y de plazas que en conjunto daban la sensación de bienestar y seguridad, moral y trabajo.
Lo cierto es que hoy, mientras estábamos distraídos con el perfume de tilo en la primavera platense, el perfume se fue enrareciendo, las hojas comenzaron a desteñir, como nuestra pátina urbana y hoy estamos así, añorando el pasado, cuando la pintura del cuadro aún está fresca, reclamando por nuestros derechos negativos (a que no te maten, a que no te asalten, a poder transitar libremente). Pero los derechos son para todos, de ninguna manera para algunos, porque son derechos universales, que garantizan la dignidad de las personas, la persona como fin en sí misma y nunca como medio para satisfacer intereses de otros. Me parece que hay que subrayar esta premisa ontológica la dignidad como imperativo universal al contrario del doble estándar, tan promocionado desde la bioética liberal, donde la concepción es una dignidad (dignitas) o merecimiento distinto para países ricos y para países pobres.
Ese merecimiento distinto según rico o pobre, ha ganado las conciencias, camina peligrosamente por las calles, se dispara como palabra hecha bala desde las gargantas de artistas millonarios, gente de la farándula que de pronto descubre la pobreza, la desnutrición y la inseguridad frente a las cámaras, descorriendo el velo de su falsa conciencia generando la creencia de derechos humanos para unos y no para otros.
Otra vez la corbata versus la alpargata, otra vez, la intolerancia a los negros de mierda, a los faloperos de mierda, a los extranjeros de mierda a los travestis de mierda; a las motos de mierda, de pronto, todo huele a mierda.
La inseguridad es hija de la intolerancia y de la inequidad.
No es solamente a causa del doble estándar moral de los políticos que dicen una cosa y que hacen otra. Los medios de comunicación tienen su papel cuando muestran la solidaridad a la carta por las catástrofes de Haití, el alud del norte, ahora el de Madeira cuando en la vida cotidiana, muchos son incapaces de ver la necesidad en la cara ajena, es un auténtico sainete, es otra vez la falsa conciencia.
Mostrando la farsa, alguien hablando, alguien escuchando, contando y escuchando, reflexionando, parece que por acá, vamos a encontrar a la madre de la confusión, a los sofistas sin máscaras, monstruos horribles dispuestos a todo, incluso a la antropofagia con tal de salvar sus mezquinos intereses.
Porque los derechos de las minorías olvidadas (presos, homosexuales, enfermos, pobres+miserables) salieron a la calle, saltaron a la vista de todos, salieron del inframundo donde estaban escondidos, mientras la clase media seguía en el baile y trabajando para cuidar aquello que había obtenido legítimamente.
Educación, salud, seguridad, trabajo, vivienda, son derechos humanos que tiene que hacer cumplir el estado, garante y responsable de su rol en sociedades democráticas, un estado de derecho frente a cuya claudicación, hay que reclamar. Entonces ¿cuál es la culpa de los derechos humanos en la inseguridad?
La respuesta es simple, los estados y los gobiernos no cumplen su función, no garantizan en un estado de derecho, los derechos humanos de los ciudadanos.
Estos hechos generan perplejidad y esta perplejidad lleva a la confusión acerca de derechos distintos para delincuentes y para ciudadanos que cumplen con la ley.
Ahora me pregunto, frente a la hibrys o desmesura del poder de turno, frente al reclamo por los derechos humanos para “unos” y para “otros” ¿qué haríamos?
¿Votaríamos al partido barra brava con su propuesta de acabar con la inseguridad en las canchas? (de Diego J.L. Cinismos, Enfoques Diario El Día)
¿Dejaríamos a nuestros hijos al cuidado de los patovicas para erradicar la violencia en los boliches? ¿Votaríamos para que los militares recorran nuestras calles y pongan orden a tiros y a cachiporra? ¿Apoyaríamos a los narcos en una campaña para dejar la droga?
¿Tendríamos perros entrenados más grandes y mas malos?
¿Compraríamos armas para atrincherarnos en nuestras casas? ¿Saldríamos armados a la calle? ¿Electrificaríamos la verja y la manija de la puerta? Contrataríamos mano de obra desocupada con sangre en las manos y ojos en la espalda? ¿Viviríamos en un gran countrie amurallado y vigilado? ¿Instalaríamos cámara de video para que alguien vigile nuestros actos cotidianos como en un Gran Hermano?
¿O nos haremos cargo, aprovechando la indignación, fuente de la moral y exigiremos al estado que haga cumplir y observar los derechos humanos? Es decir de una realidad o ética empírica a una ética del deber ser o sea, de lo que es a lo que debería ser.
En una sociedad de derecho, éste es el camino para que el principio del fin sea el fin del principio, en un juego de palabras que apunta a legitimar nuestras decisiones y nuestras conductas mediante los principios y leyes universales de la ética, que no pululan por el cielo sino que están en nuestra conciencia y guían nuestras acciones.
Marcelo Ocampo
lunes, 22 de febrero de 2010
DERECHOS HUMANOS E INSEGURIDAD
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3 comentarios:
Marcelo, creo que con la tranquilidad del teclado, has podido exponer claramente un punto de vista que siempre te desvelo y con el cual no se puede no estar de acuerdo.
Lo que sucede es que muchas veces la gran mayoria de los ciudadanos desconoce los caminos para reclamar por sus derechos.
Coincidimos por lo tanto en que el gran problema es cultural (y no me refiero solamente a conocimientos ) y lamentablemente debido a esto tenemos un pueblo muy sumiso e incapaz de torcer el rumbo que los dirigentes autoctonos o foraneos nos imponen.
Un abrazo.
Hugo
Gracias Hugo: tu mensaje a modo de reflexión enriquece el artículo.
Un abrazo
Marcelo
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