AGUJEROS NEGROS Y LUCIÉRNAGAS DE LUZ

En el universo de Hawking, hay agujeros negros, con  un horizonte de  sucesos en la superficie, pero en su intimidad, ininteligibles.
Enigmas en su interior, una suerte de  “singularidad desnuda" como el estado donde la densidad y el espacio – tiempo, son infinitas y de la  cuál nada puede escapar.
La cosmología ha fracasado con sus cálculos, puede que un agujero sea el fin del universo pero también puede que sea el comienzo de otro universo o la perforación del tiempo-espacio y el encuentro con aquella luz inicial, anterior a la síntesis del ser a partir del ente.
Hay artistas que pueden, con su poiesis,  anticipar esta luz inicial y transmitirla como luciérnagas cósmicas, que pueden entrar y salir de los agujeros negros y hacer parpadear la luz en el alma de los demás.
Dentro de mi universo, hay  agujeros negros con luciérnagas cósmicas que sacuden mi alma y me transportan a esa emoción estética y vital.      
Estos insectos, como candiles que parpadean una fuga de emoción hacia la luz, son:

Las galerías hexagonales  del universo de Borges y en su unánime noche.

La casa tomada de Cortázar, resumiendo espacios hasta que todo es extraño. 

La piel de las letras en el  Sumidero de papel,
que tapizan intersticios cotidianos, hasta la quintaesencia   
como un enteógeno en mis venas. 

La poesía de Themis Speroni y su Habitante Único,
Con las “estatuas que respiran flores amarillas”.

El Grupo Atenea que vuela,
sobre el lomo de la tierra
con el monstruo en el jardín
respirando jacintos,
libre, fuera del laberinto.

La sincronía de los relojes blandos de Dalí,
con los insectos que se alimentan de memoria
dejando excrementos para el escarabajo pelotero.

La danza escópica de la luz
en el Taller la Babel,
y la poiesis   que construye  alas al caer
antes que Ícaro despierte entre un mar de pinceles.

Los girasoles amarillos de Van Gogh
y la vuelta al paraíso del cubismo paleolítico.

La primera escalera al cielo (stairway to heaven)
en Re menor
y la epifanía numinosa
de la suite nº 2 de Bach.


La pasión de la Novena Sinfonía,
y un  Beethoven silbando el himno a la alegría.

El submarino amarillo
de Liverpool al mundo
navegando un mar de armonía universal
y aquel sueño psicodélico
con diamantes en el cielo.

El  Júpiter/Zeus de Mozart y  su iniciática
 flauta mágica hasta el Réquiem para su muerte.

El corazón de Tiza de la muchacha de Almendra
y la canción de cuna que durmió a Maribel.

Los Colibríes de Malmsteem,
pulsando flores digitales sobre ramas cóncavas.

La onírica fusión sinfónica de YES,
en busca del centro tonal de la unidad.

La rapsódica animalia de la quimera ensamblada Tarkus de E&LP
    
El camino de Medusa de la carne a la piedra.
La bella Ifigenia y el sacrificio por su amada Grecia.
La tumba sin flores de  Antígona, colmada de flores.    
La bella Helena, cabalgando un caballo de madera. 
Homero, sus  héroes y sus dioses, bajo la aurora de rosados dedos.
El polvo de las Hespérides luego de la muerte de la serpiente.

Lucía en los cuatro escenarios
Y la Psi del Proscenio universitario. 

El ciego Perfume de Mujer.
Las pupilas narcóticas de All That Jazz. 
La máscara y la rosa del fantasma de la Ópera.

Los superhéroes que habitan mi mundo de niño.
El inconsciente colectivo y su mundo de arquetipos. 
Los muertos que entran en mis sueños
y los sueños de los muertos que me sueñan.

Marcelo Ocampo