Invitado por la gerencia, asisto a una inauguración: nueva planta de vieja concesionaria. La gentileza obedece a que tuve "las mercedes" y el privilegio de comprar dos autos cero, en el lapso de cuatro años e hice todos los "services" en la planta tradicional, aún después de vencida la garantía. Debo a esas compras y a esa confianza, seguramente la invitación, eso que llaman los encuestadores la satisfacción del usuario.
Las circunstancias personales de poder comprar un auto cero, no de alta gama, pero cero, son eso, circunstancias personales.
Lo cierto es que llega el día de la invitación a la inauguración de la flamante concesionaria, y asisto a la hora señalada, de elegante sport y veo la importancia de la planta, e imagino una inversión digna de un joven entusiasta, pero se trataba en realidad, de un viejo entusiasta, un "gitano", que pudiendo acostarse en un colchón de plata, decide hacer la inversión.
El salón enorme, con blindex, aluminio, lujo, con monstruos de circo (enanos, gigantes, pelucas, galeras, bigotes), invitaba a una visión para el deleite, de inmediato, atrapa mi atención “pupilar” las chicas colgantes entre el cielo y la tierra haciendo gimnasia artística con "telas" negras y blancas que colgaban del aluminio y ellas se contorneaban seductoramente, o sea que parecían Hadas, pero no Campanita de Disney, sino hadas de carne y hueso y esa danza en el aire, tan sugerente, pájaros sensuales, sirenas de la noche, el baile del caño y Ulises que había olvidado el tapón de cera en la guantera.
Estoy seguro que deben de haberse quitado las pupilas de los viejos verdes incrustadas en sus nalgas, luego de bajar de las alturas al piso del local. (Mis pupilas aún las estoy buscando).
Pero también pensé en las ordalías del columpio (Ariadna, Fedra), en definitiva la mujer en el aire. Pero no pensé que llegarían a imitar a las heroínas de la tragedia; hoy las A.R.T salen caras y las chicas no se suicidan en el aire, sino en la ruta de los espejos, en una trampa mediática, allí en el punto de fuga, precisamente, donde coinciden, antes de disociarse, las mujeres chaqueñas que mueren de hambre, con las mismas medidas antropométricas de la chica anoréxica víctima del trágico juego de los espejos.
Lujo del imperio Persia, comidas de ricos: había mesas suntuosas, rubias de peligrosas curvas y de senos agresivos, que maridaban muy bien con el canapé, el camarón y el salmón fileteado.
Para beber elegí entre gaseosas y vino blanco, un tinto de alta gama, como los autos en la vidriera, un sensual Cabernet Sauvignon, que me pareció la mejor opción, porque en las mesas, bien servidas con mozos gentiles, había tablas de quesos, fiambres y otras delicias, parecía o imagino que parecía el gran banquete en el cielo.
Y hablando de cielo, voy a una de las mesas rodeada de personas paradas alrededor de las exquisiteces, picoteando a dos manos, entre ellas, dos curas, uno que conocí en casa de un familiar y fui a saludar a la persona que era la única conocida en todo el inmenso no lugar.
Empezamos a conversar mientras nos deleitábamos con los manjares y le hago notar que estaba tomando gaseosa en vez del "ígneo bebedizo".
¿Está rico? pregunta -si padre es la sangre mas noble de Cristo. -Entonces la voy a probar- y ahí nomás se mandó y se la tomó.
El otro cura, representante de un hospital, muy charlatán y muy educado, cuando le digo del vino, acepta tomar.
Pero solo una copa -¿tiene que manejar, padre?-no, tengo que hablar y si tomo de mas por ahí digo el nombre de otra agencia de autos. (Risas cómplices entre ambos sacerdotes)
Y ahí nomás, sin decir agua va, uno de ellos comenta: -¿viste que curioso que a Kirchner lo velaron a cajón cerrado?
- Sí lo he visto. - Dicen que se pegó un tiro- especula el sacerdote, mientras se mandaba al buche un saladito.
No me animé a decir que era un absurdo y pensé:- sí, lo único que falta, se pegó el tiro con la escopeta de Yabrán, y está vivo de vacaciones, en Menfis con Elvis.
No quise saber más del asunto y atrapo la atención de ellos, aludiendo al parecido de Asclepio, dios de los médicos y de Jesús (riesgo de muerte al nacer, poder de resucitar a los muertos y de curar a los enfermos mediante el recurso de la fe y los dos, sacrificados y luego resucitados).
Se une a la mesa un médico que conozco desde hace años, católico practicante, que dialoga en un mismo idioma parroquial acerca de las sutiles diferencias entre salesianos, carmelitas, franciscanos, en buena tertulia con los curas. Tan buena que el mas locuaz, le entrega una tarjeta personal, que saca de de un tarjetero plano y reluciente como plata, del bolsillo interior de su saco azul que cubría su clergyman negra, debajo del típico alzacuello blanco. De inmediato vino a mi memoria la invitación de cortesía: elegante Sport.
De repente, uno de los curas me pregunta -y vos ¿a que parroquia vas?
Le dije que no concurría a ninguna desde hace mucho tiempo,
-¿Cuánto tiempo?
Desde que me compré unas sandalias y al llegar a casa, mi mujer me dice: parecen franciscanas- Le contesté no, son socráticas.
Mi pecado: estar en un no lugar. (No pude sustraerme a las delicias que supuse).
El pecado de los curas: hablar en una concesionaria en nombre del Señor, que es como vender a Dios en un lugar pagano. (Los exotéricos tienen la bendición de la gente bien).
Desde luego, no me quedé para escuchar la homilía panegírica sobre autos ni a la mesa de postres y me vine a casa con la panza llena y el ánimo encendido, pero con el alma vacía y con un sabor a nada que los griegos ignoraban.
Marcelo Ocampo
domingo, 14 de noviembre de 2010
La Concesionaria
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