viernes, 30 de septiembre de 2011

El Fénix y el Gusano


En la mitología de los aromas, el código de las aves y de los gusanos es un ciclo sociocultural que remite a la muerte y la resurrección como el instante del eterno retorno.
En este ciclo, el Fénix es un súper águila, cerca del sol, por lo tanto el alimento que consume son los aromas, que no le dejan residuos por eso no produce excrementos, porque son alimentos de la Edad de Oro, donde dioses y hombres vivían en armonía.
Dicen algunos que en este esquema, interviene una larva, que nace de la cremación del Fénix, de su muerte, un gusano de los restos del ave que vuela a un lugar encantado llamado Heliópolis.
Allí se transforma en cinamomo, un aroma y luego crece y se transforma en  Fénix, ave extraordinaria de un plumaje dorado que vuela mas allá del sol para luego perder sus plumas y caer en una especie de combustión solar y renacer de sus cenizas como gusanillo que come inmundicias de la calle antes de iniciar otra vez el vuelo hacia el sol.
Del  excremento al perfume hay una larva producto de la cremación  del Fénix.
 O sea que si bien el Fénix es una superáguila, también es un infrabuitre en el campo mitológico de los aromas en el cual el ciclo va del gusano podredumbre al gusano alado, esto es, al avecilla cerca del sol, al súper águila y por encima de ella al Fénix, que decanta por el ciclo  inverso en murciélago, serpiente alada y llega a gusano podredumbre para iniciar otra vez el círculo o ciclo del fénix.
Por está simbología de los ciclos si el gusano es vil, también lo es el ave solar.   

En esto pensaba al recordar a mi amigo de la facultad, devenido en gran empresario del rubro de la medicina, en el negocio de los medicamentos. Era gerente de una importante empresa multinacional, había llegado allí trepando cabezas y pisando huesos de otros tan inescrupulosos  como él, solo que él, era el más apto en este mundo de supervivencia en la selva de billetes, timba, codicia e inmoralidad.
Y así era el superáguila,  viajaba asiduamente por asuntos de negocios en primera clase o en el jet   privado. (de la empresa)

El se sentía el Fénix, cerca del sol, solía comer y beber en suntuosos restaurantes junto a otros ejecutivos, médicos manchados de sangre de safaris en investigación y  ministros viles de gobiernos de turno que rifan  los votos de las urnas en la mascarada (para ellos) de la democracia.

Al retornar a su su lujosa suite, iba con paso apurado, con sus pies marcando las diez menos diez, casi a punto de cagarse encima, en  busca del  trono donde todos somos reyes ( o ciudadanos).
  Y de  ahí, por el sumidero del gran laberinto intestinal, serpenteante como una enorme boa constrictora, tiró escatológicos residuos de Babel ,que lo situaban de Fénix a Gusano.
Al descender del aire, el hombre de saco y corbata con portafolio y aire de magnate, se aloja en Hoteles 5 estrellas en el piso más alto, una manera de estar siempre en un falso paraíso terrenal.
Una corbata de seda estaba unida a su bragueta, también de seda.
Por las noches, bajo el encandilamiento de luces tenues y calientes de spots empotrados en el cielo de yeso, como estrellas de vidrio,  solicitaba jóvenes mujeres expertas en primorosas labores, panteras de buenos aromas, ligas unánimes de erección y perfumes de encantamiento asiático.
Usaba para estas ocasiones, calzoncillo de diseño animal print.
 Dejaba el circuito de las aves para ingresar a la jungla de la seducción y sexo salvaje, transmutada  y  empastillada fiera teñida de azul sus vergüenzas y su lengua.
No le escapaba a un OPNI: Objeto Porno No Identificado.

Estas humedades, las escatológicas cagadas y las pituitas matinales, hacían descender al Fénix a la podredumbre barrosa y ahí se transmutaba en buitre carroñero, luego en murciélago de cueva oscura hasta el vil gusano de letrina.
El espejo le devolvía siempre la misma imagen de pulcritud y las personas que no estaban en su intimidad, lo miraban con complacencia y una envidia disimulada en la mueca de las plásticas sonrisas enayadas hasta el cansancio y otras  bocas de plástico diseñadas por el  mismo cirujano plástico.

La mujer,  lo esperaba resignada como una moderna Penélope, que en lugar de tejer en el telar,  ingería plastiformes somníferos con un poco del noble vino.
( la única nobleza que quedaba en la lujosa casa de dos plantas).

Los hijos, dos varones, habían ingresado a cursar altos estudios en facultades extranjeras, las mejores en Abogacía y en Contaduría, las carreras que por intereses bursátiles más que por vocación, habían elegido.
Ellos querían ser como papá, o mejores. Eran capaces de matar al padre y de  casarse con la madre.

La falsa apariencia de Fénix, no ocultaba el aroma nauseabundo de pichones de buitres,  difícil de disimular, aun con los costosos perfumes de marca internacional.  
Ellos flotan en las nubes de Estrepsíades, aquel joven a quien su padre había pagado a un sofista para que le enseñe el arte de hacer dinero sin importar los medios para lograr el objetivo.
Los contactos hegemónicos de su padre, les harían mas fácil el escalamiento hacia el falso paraíso de la timba internacional que ellos ya conocían muy bien.
Y me pregunté, antes de que el sueño venza mis ojos:

¿Por lo menos uno podrá escapar del ciclo arquetípico del Fénix solar al gusano vil?  

Marcelo Ocampo
           
 
       

sábado, 24 de septiembre de 2011

UN PEDAZO DE NOCHE EN EL DÍA DEL BOSQUE -Asterión en el Zoo-



Un pedazo de noche estaba olvidada en la mitad del día en el bosque, nadie parecía darse cuenta, pero debajo del robusto ciprés, con olor a ciervo, frente al longevo castaño, estaba ella de negro encaje y de una belleza sin tiempo, los árboles del bosque pronunciaron su nombre alguna vez cuando la voz de los oráculos era escuchada.

Todo en la oscuridad estaba suspendido, el canto de los pájaros, la algarabía de los niños en el zoológico, un laberinto dentro del laberinto de árboles del bosque dentro del laberinto de la ciudad de La Plata, con sus diseños en diagonales e historias masónicas. En la vereda del zoológico, las voces con resaca dominguera de los padres, arengando a la familia, flotando en el humo grasiento de los chorizos y los niños haciendo cola para obtener un delicioso cucurucho repleto de crocantes y explosivas palomitas de maíz y por los parlantes la música rítmica repetida hasta el cansancio.
Desde afuera, las almas que no participan de la escena dominguera, se llenan de una pátina de tristeza.  

El rugido de alguna fiera mordiendo el aire, las hojas de los árboles sonando la canción de un viento sin respuestas y la luz de un tibio sol, se filtraban por encima de los laberintos sin techo.

Ariadna, la bella muchacha, sentada displicentemente en un taburete de madera rústica al lado del pórtico de entrada al zoológico, parecía haber visto la oscura noche olvidada, flotando en una cavidad del bosque, mientras entregaba con mecánico gesto los boletos de entrada a la prisión de los animales detrás de los barrotes de las jaulas.
Pero solo los niños fantasean con ser domadores o cazadores, ellos tienen ese privilegio de la ilusión, del jugar sin más.

A Teseo, el seductor y orgulloso guía del lugar, le gustaba su trabajo, megáfono en mano arengaba a las familias frente a cada jaula, explicando los hábitos de cada ejemplar encerrado.
Tenía por costumbre llevar una soga enroscada en el hombro, para dar la impresión de saber trepar por ella o para atar por el cuello a algún peligroso animal que pudiera escapar.
Tal vez en su inconsciente, la soga era el hilo de Ariadna que llevaba por temor a no encontrar la salida del laberíntico lugar.

El y Ariadna, habían tenido un corto romance, que terminó dadas las frecuentes conquistas o trofeos amorosos del gran seductor.
Minos, el director del zoológico, padre de Ariadna, veía con buenos ojos el romance de su hija con el joven quien además de guía, estudiaba veterinaria.
Su interés en cirugía de grandes animales, escondía su pasión por la sangre derramada; una vez mató de una certera puñalada a un mono que había escapado de su celda.

Contaba como una gran aventura la captura de minotauro, aquel ser mitad humano y mitad toro, hijo de Minos y de Pasifae.
La madre abandonó al niño al nacer, no quiso ni amamantarlo y Teseo lo capturó a esa corta edad.
En verdad, el minotauro se entregó mansamente a Teseo y Minos, padre resignado, decidió cruzar el salobre mar con la familia, incluido el valeroso ateniense hijo de Egeo y todos se radicaron en la ciudad de La Plata, Argentina porque sabían de una inmensa colectividad griega que había echado raíces en la ciudad hace ya cien años.

Minos, quien desconfiaba de minotauro, su propio hijo, decide encerrarlo en el laberinto del zoológico.
¿Era para protegerlo?
Había echo correr un escalofriante rumor: Asterión, nombre de la criatura, cada 7 años se comía a 9 personas, presa de un irrefrenable apetito caníbal.

El laberinto había sido diseñado y construido en el centro del zoo por un tal Dédalo, arquitecto ebrio de geometría, que había salido de la cárcel purgando la condena por el homicidio de un sobrino.

Ariadna de vez en cuando miraba aquel pedazo de noche en la mitad del bosque.
Ella tenía curiosidad pero a la vez un ligero temor le hacía desistir de ir hacia ella.
Teseo, en un momento de descanso, se acerca a Ariadna y ella le dice:
-Teseo, observa aquel pedazo de noche en la mitad del día en el bosque frente a nosotros, como suspendida en un cavidad de aire, hasta tiene apariencia de una bella doncella.
-Sí, responde él,- la puedo ver es fascinante, iré de inmediato.

Con paso firme, de estratega, el seductor infatigable, se dirige resueltamente hacia ella, cruza la diagonal que separa el zoológico del bosque de árboles y cuando llega queda estupefacto: una bella mujer, de fino encaje, de cabello rizado color glauco envuelta en sugerentes velos grises, le dice casi como un susurro de encantamiento: -esperaba tu llegada, amado Teseo. El, con el corazón latiendo una carrera dentro de su pecho, sale del estupor inicial, la toma por la cintura y le pregunta: -Preciosa ¿cómo te llamas?

Ella se toma unos segundos para responder aquello que jamás hubiese querido escuchar él: - mi nombre es “Kere” y ahí se transformó en una horrible criatura, abrió sus fauces tragó íntegro a Teseo, se tiño de sangre y desapareció en una silenciosa implosión gravitacional, tan silenciosa como el silencio mortal.
El seductor despiadado, el cazador sanguinario, había sido seducido y cazado por Kere, la figura femenina de la muerte más espantosa.

Ariadna, horrorizada presenció toda la escalofriante escena, no tuvo tiempo para reaccionar, porque de repente un estampido como un trueno sonó en sus oídos y cuando abre los ojos, frente a ella estaba la luz divina, la epifanía de Dionisos, un joven de largos cabellos, vestido con túnica azafranada montado en un carro áureo tirado por dos hermosos tigres blancos.
Sin mediar palabra, él la toma suavemente de la mano y ella siente una extraña liviandad y sube con su nuevo amor, quien le obsequia una hermosa corona Boreal, con doce brillantes diamantes engarzados en la base semicircular de oro que ella usaría para su boda.
Detrás de la pareja, una ruidosa comitiva de silenos y de ménadas cantaban y danzaban alegremente al compás de los címbalos y el dulce sonido de las flautas de Pan.
A medida que avanzaban, Dionisos con un ademán de su tirso, hacía caer los barrotes de las jaulas y los animales se unían mansamente al ruidoso cortejo.
Al llegar al centro del zoo, las paredes del laberinto se desintegraron en el aire y el minotauro, lleno de luz, corrió a abrazar a su padre y luego a jugar con los niños visitantes.
 Minos, presa del contagioso entusiasmo orgiástico, se puso a bailar debajo de una glorieta, marcando el ritmo con una pandereta.
Dédalo, negó el evangelio de la armonía de los mundos y se perdió en el laberinto del bosque.   

En el zoo y frente a todas las miradas, cayeron las cintas que prohibían el acceso al tobogán a las hamacas, a  la calesita y todos pudieron disfrutar de los juegos, Asterión era uno más entre los niños.
 
El prodigio del tirso hizo derrumbar las barreras invisibles de la indiferencia, de la discriminación y en armonía plena, hombres, niños y demás animales, cantaron el himno a la alegría.
Dionisos y Ariadna partieron rumbo a Naxos donde iba a acontecer su boda, en la isla de las vides de un día.

Marcelo Ocampo
24/09/2011

sábado, 17 de septiembre de 2011

Evidencia y práctica en medicina: entre Platón y Aristóteles

Medicina basada en evidencia y medicina basada en la persona

“La mayoría de los filósofos que estudia la naturaleza termina en la medicina”
Aristóteles

Para Aristóteles aunque el bien de la ciudad y el bien del individuo sean lo mismo es evidente que será mucho mas grande alcanzar el bien común que se encuentra en todo lo que existe. A diferencia de Platón para quien la virtud y la verdad son bienes ideales y absolutos.
Aristóteles que fue hijo del gran médico Nicómaco, define a la medicina y la política como teckné que persiguen un fin. El fin de la medicina es la salud, pero al médico no le interesa que es la salud sino los medios para curar la enfermedad, esto es, una ética de medios orientada a un fin: restaurar la salud.
Para esto recomienda la práctica rutinaria acompañada de la razón y propone la ética de medios por método inductivo.
Platón en cambio se orienta a la verdad abstracta a la teoría sobre la enfermedad más que a los medios y reestablecer la salud es un bien ideal y no un bien de la comunidad.
Con esta polaridad , la Medicina Basada en Evidencia y la Medicina Basada en la Persona quedan entre estos dos filósofos.
(concepto de Borges sobre el hombre: o se es Platónico o se es Aristotélico)
Estas consideraciones dejan entrever que la ética la medicina y la política son ciencias prácticas cuyo objeto son las acciones y no las especulaciones teóricas. Es una ética de medios orientada a un fin que para Aristóteles era la Eudamonía o felicidad.
Ambos reconocen que del cuerpo se ocupa la medicina y la gimnasia y del alma, la política.  
No se puede pedir exactitud matemática en un conocimiento biológico que es probabilístico y la toma de decisiones está basada en incertidumbre.
Platónica es la Medicina basada en evidencia, con cifras, estadísticas, números, de salud y de enfermedad en una esfera celeste no con astros brillantes sino llena de paradigmas.
Aristotélica es la medicina basada en la persona o empírica.
Esta arqueología de la mirada médica (foucault) permite observar que el asunto está en el origen mismo de la práctica de la medicina en Occidente, cuando, desde una cosmogonía pasamos a una cosmología y desde una nosogonía a una nosología.

Marcelo Ocampo