Una historia de ángeles
Detalles de la imagen :Los ángeles de la Madonna Sistina.
Rafael Sanzio. 1513-1514
Rafael Sanzio. 1513-1514
Hoy nada asoma más que la noche, negra o marrón, se parece a la tierra.
Una noche despoblada de cuentos, plomiza, tal vez ni vuelen los ángeles por el alerta de tormenta.
Hoy atendí a una paciente especialista en “espiritualidad” y me habló de los ángeles, solamente me puse a escuchar y a preguntar cómo eran los ángeles- es fácil identificarlos, tienen nombres que terminan en "EL"-me dijo,- en su casa o su familia hay quién se llame Ezequiel, Gabriel, Axel, Emanuel? - entre mí, pedazo de animal, pensaba en Jor- El, el padre biológico de Superman en la revista de historietas.
Le dije que sí que hay un Ezequiel, sobrino, un Gabriel primo, pero en mi núcleo familiar propio, edípico, no, no hay. Luego pensé y le pregunté, si valían los segundos nombres para entrar en la categoría de ángel- sí, me dijo, no importa el orden, y ahí nomás le chanté Mariel, el segundo nombre de mi hija Lucía,- ahí está el ángel -me dijo; le contesté que en Grecia a un don de tal por cual le decía daimon...se estremeció y me dijo: eso parece del diablo, es contra los ángeles. Bueno, entonces sacamos daimon y dejamos ángel, pero mi primo es Gabriel, un ángel que le gusta el asado, quemar carne y tomar cuanta bebida haya en la mesa (igual que a mí, pero no lo dije). Así pueden ser los ángeles, si así reúnen a la familia son onda positiva y diluyen problemas y desatan nudos y mitigan la angustia.
Tomá este antihistamínico cada 24 horas y si querés, podés volver en un mes, no antes, no creo que haga falta ya hiciste mucho tiempo de vacuna, años de vacuna y con asistencia casi perfecta.- Sí, la verdad es que el tratamiento me hizo muy bien, salvo este resfrío pasajero al regreso de las vacaciones - Ahora no mas vacunas, se trata de fármacos unos días y nada más( no quería saber de historias de ángeles tal vez porque ella me seguía hablando de los llamadores, de un mundo fantástico, de los ángeles bíblicos, de Rafael su segundo hijo que es un ángel). Termina la consulta, me da un beso y se va.
Llamo al siguiente paciente, el segundo en la lista de turnos, J.” Manuel”, que era en realidad, "Yanina", pero tenía el nombre mágico que terminaba en "el", en su D.N.I. Pero no usaba el nombre legal, porque él es ella.
Como ya la había atendido, no me sorprendió, pero me quedé pensando en el cuerpo de los ángeles porque sabemos que tienen alas, que no tienen espalda, pero ¿tienen sexo? ¿Si se cambia el nombre(o el sexo) deja de ser uno de ellos? Debía consultar el caso con la especialista en espiritualidad, pensé.
Recordé de pronto al ángel de la guarda de la infancia, cuando iba la cama antes de dormir, él acudía y era un protector y una dulce compañía que no me dejaba ni de noche ni de día. Qué distintos estos ángeles de hoy, de carne como cualquiera de nosotros, que no bajan desde el cielo, pero con un algo que los hace especiales transforman lo cotidiano.
Bueno, acá viene lo extraño, cuando la paciente se retira, me quedo revisando la lista de turnos, acomodando el fichero, pensando "cuando voy a comprarme una notebook”, seguro que nunca- respondí a mi mismo- estoy acostumbrado al viejo y cálido papel del fichero.
Fue cuando sucedió: golpearon la puerta del consultorio B, estaba solo, no tenía otros turnos, tres golpes firmes y secos, tan firmes y tan secos, que parecían de algún familiar, o de alguien de la clínica. Pues bien, cuando descorro el cerrojo, abro la puerta, miro, nadie hay frente de mí, digo, parado frente al otro lado de la puerta esperando por mí. Entonces pregunto al segundo nivel a ras del ojo, que es el segundo plano en el horizonte visual, difusas figuras que se vuelven pacientes sentados que no son de nadie (y son personas) hasta que alguien los llama por su apellido o pregunta, como hice yo: ¿alguien golpeó la puerta? Y uno sentado justo enfrente de mí o casi justo, me contesta - nadie golpeó, me parece-; mientras una paciente, al lado desde otra silla, no emite palabra, asiente lo que acaba de decir su compañero circunstancial en la sala de espera, moviendo la cabeza y levantando un tanto los hombros, mientras manda para abajo las comisuras labiales, en claro ritmo gestual de no saber si alguien golpeó la puerta.
Y entonces, me quedé pensado en aquellas historias de ángeles...
Una noche despoblada de cuentos, plomiza, tal vez ni vuelen los ángeles por el alerta de tormenta.
Hoy atendí a una paciente especialista en “espiritualidad” y me habló de los ángeles, solamente me puse a escuchar y a preguntar cómo eran los ángeles- es fácil identificarlos, tienen nombres que terminan en "EL"-me dijo,- en su casa o su familia hay quién se llame Ezequiel, Gabriel, Axel, Emanuel? - entre mí, pedazo de animal, pensaba en Jor- El, el padre biológico de Superman en la revista de historietas.
Le dije que sí que hay un Ezequiel, sobrino, un Gabriel primo, pero en mi núcleo familiar propio, edípico, no, no hay. Luego pensé y le pregunté, si valían los segundos nombres para entrar en la categoría de ángel- sí, me dijo, no importa el orden, y ahí nomás le chanté Mariel, el segundo nombre de mi hija Lucía,- ahí está el ángel -me dijo; le contesté que en Grecia a un don de tal por cual le decía daimon...se estremeció y me dijo: eso parece del diablo, es contra los ángeles. Bueno, entonces sacamos daimon y dejamos ángel, pero mi primo es Gabriel, un ángel que le gusta el asado, quemar carne y tomar cuanta bebida haya en la mesa (igual que a mí, pero no lo dije). Así pueden ser los ángeles, si así reúnen a la familia son onda positiva y diluyen problemas y desatan nudos y mitigan la angustia.
Tomá este antihistamínico cada 24 horas y si querés, podés volver en un mes, no antes, no creo que haga falta ya hiciste mucho tiempo de vacuna, años de vacuna y con asistencia casi perfecta.- Sí, la verdad es que el tratamiento me hizo muy bien, salvo este resfrío pasajero al regreso de las vacaciones - Ahora no mas vacunas, se trata de fármacos unos días y nada más( no quería saber de historias de ángeles tal vez porque ella me seguía hablando de los llamadores, de un mundo fantástico, de los ángeles bíblicos, de Rafael su segundo hijo que es un ángel). Termina la consulta, me da un beso y se va.
Llamo al siguiente paciente, el segundo en la lista de turnos, J.” Manuel”, que era en realidad, "Yanina", pero tenía el nombre mágico que terminaba en "el", en su D.N.I. Pero no usaba el nombre legal, porque él es ella.
Como ya la había atendido, no me sorprendió, pero me quedé pensando en el cuerpo de los ángeles porque sabemos que tienen alas, que no tienen espalda, pero ¿tienen sexo? ¿Si se cambia el nombre(o el sexo) deja de ser uno de ellos? Debía consultar el caso con la especialista en espiritualidad, pensé.
Recordé de pronto al ángel de la guarda de la infancia, cuando iba la cama antes de dormir, él acudía y era un protector y una dulce compañía que no me dejaba ni de noche ni de día. Qué distintos estos ángeles de hoy, de carne como cualquiera de nosotros, que no bajan desde el cielo, pero con un algo que los hace especiales transforman lo cotidiano.
Bueno, acá viene lo extraño, cuando la paciente se retira, me quedo revisando la lista de turnos, acomodando el fichero, pensando "cuando voy a comprarme una notebook”, seguro que nunca- respondí a mi mismo- estoy acostumbrado al viejo y cálido papel del fichero.
Fue cuando sucedió: golpearon la puerta del consultorio B, estaba solo, no tenía otros turnos, tres golpes firmes y secos, tan firmes y tan secos, que parecían de algún familiar, o de alguien de la clínica. Pues bien, cuando descorro el cerrojo, abro la puerta, miro, nadie hay frente de mí, digo, parado frente al otro lado de la puerta esperando por mí. Entonces pregunto al segundo nivel a ras del ojo, que es el segundo plano en el horizonte visual, difusas figuras que se vuelven pacientes sentados que no son de nadie (y son personas) hasta que alguien los llama por su apellido o pregunta, como hice yo: ¿alguien golpeó la puerta? Y uno sentado justo enfrente de mí o casi justo, me contesta - nadie golpeó, me parece-; mientras una paciente, al lado desde otra silla, no emite palabra, asiente lo que acaba de decir su compañero circunstancial en la sala de espera, moviendo la cabeza y levantando un tanto los hombros, mientras manda para abajo las comisuras labiales, en claro ritmo gestual de no saber si alguien golpeó la puerta.
Y entonces, me quedé pensado en aquellas historias de ángeles...
AUTOR :Marcelo Ocampo
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