martes, 10 de marzo de 2009

La ilusión de un sueño

El anillo de piedras azules


Cuando llegamos de las vacaciones, Sandra comenta:-Perdí el anillo.
- ¿Cuál anillo? –pregunto.
–Ese de piedras azules que me reglaste para un aniversario.
- Ah, sí (no tenía idea de que anillo era).
–A lo mejor lo perdí en la costa-.
Yo pensaba que podría estar perdido en la casa, que nunca podría haber viajado con ella. Sin embargo, para algo tan pequeño como un anillo, la casa puede ser del tamaño de la costa.
Quizás se lo tragó la boca del lavatorio y está rodando por las vísceras de la cañería, tal vez llegando a la cloaca y adiós anillo, pensé.
-A lo mejor aparece en el lugar menos esperado y en el momento que uno no lo busca-.
-Ojalá, era tan lindo que otro igual no voy a conseguir- dijo con cierta tristeza y presagio de desgracia, o mejor una maldita profecía de Casandra, el mundo de objetos perdidos, tan lindos, tan únicos, de evocación singular de algún aniversario, que su ausencia es una verdadera tragedia cotidiana.
-A lo mejor lo encontrás como aquella ojota que arrastró el agua de lluvia, en bajada por la avenida y que diste por perdida, hasta que horas después bajaste del departamento y la encontraste (anclada a la rueda de un auto, como una canoa de goma amarrada a un muelle de látex redondo).
-Puede ser- pero ahí seguí la lógica (la lógica del deslizamiento del agua por el plano inclinado de la calle). -Sí, tuviste suerte de encontrarla luego de cuatro horas, cuando paró de llover-.
-Es cierto, me iba a costar conseguir otra ojota igual, es tan linda, un modelo que ya no venden. (De nuevo el presagio de desgracia de aquellos objetos desaparecidos en la cotidianeidad e imposibles de reemplazar).
El día caía, las valijas estaban ya casi sin la ropa. ¡Cuánta ropa por unos días! -pero el tiempo es tan cambiante, a la costa hay que ir bien pertrechado.

La mañana del día después, el teléfono suena y la voz apagada de mi tío Raúl, internado en una clínica por una cruel enfermedad, todas son crueles pero ésta era además terminal. Me pide que lleve a un cura muy particular, tan particular como él, una persona muy creyente y muy mística que divertía a todos con sus trucos de magia, pero esta vez, era de toda necesidad encontrarse con este cura. Subo al auto, busco a Leonardo, en su casa y le explico la necesidad, la urgencia del caso, mientras un perro San Bernando olfateaba mis zapatos y Monseñor Podestá me miraba desde un cuadro. Al rato, estábamos en la clínica. Me quedo en la sala de espera mientras él entra a la pieza a hablar con Raúl. Y Leonardo, cuando sale, mira al cielo, como interrogando a Dios -¿porqué le pasan estas cosas a las buenas personas? Lo alcancé hasta su casa agradeciendo su buena disposición.
Nunca supe qué hablaron, pero la última vez que charlé con mi tío, tuve por cierto que aquella conversación, le había traído la paz que necesitaba. Cuando ocurrió el desenlace, cuando la parte terminal de la enfermedad se hizo carne, pensé en ese rito de iniciación hacia el mas allá y la complicidad en la frontera, entre Leonardo y mi tío Raúl, como había ocurrido con el Minotauro y Teseo, su Redentor y el secreto en aquel bosque de Colono cuando Edipo viejo y ciego, le confiesa a Teseo, rey de Atenas algo que jamás se sabrá, otro rito de iniciación al mas allá y otro pacto secreto.

Pasó el tiempo, rápido y devorador como suele ser, con los recuerdos como telarañas y las imágenes que se agolpan en la azotea de la memoria y el incesante fluir de sensaciones y de intuiciones por el inconsciente.
Una noche, mi hija tiene un sueño, vio a su tío Raúl saliendo del cuadro de su pieza, corriendo la pintura de dos hermosas rosas y de un hada trepada a su tallo como una pequeña mariposa, la llama en voz baja, con una dulce mirada y esa cara bonachona, la invita a atravesar el espesor del cuadro que colgaba de una pared lateral. Ella acepta de buena gana y vestida con pijama de seda decorado con motivos infantiles, toma la mano de su tío y ambos entran por el cuadro a otro lugar, a otra dimensión
.

Ella presiente, aún en sueños, algo del más allá, no sabe qué es, pero a medida que ingresan , se ve un camino recto con algunas curvas suaves y siempre ascendente, como el de una montaña.
En efecto, era un camino de montaña por el cuál iban ascendiendo, había una bruma que obstaculizaba la vista.
De pronto llegan a una especie de descanso y desde allí Lucía le dice: -Pobres hombres esos que están allí(señalando el lado izquierdo del camino)¡deben tener mucho frío con esa escarcha en la cara!- ¡No los mires!, están muertos, no sienten el frío.
-¿Y ese olor feo?- insiste ella. -Es la parte del lugar que menos me gusta,- le dice él. - Pero hay que pasar por acá para que veas un lugar hermoso, con mucha luz ;un jardín inmenso de flores de todos los colores y árboles de grandes copas, como un bosque de kaleidoscopio-.

Y a medida que iban ascendiendo, la atmósfera se hacía más liviana, más diáfana, con aromas agradables y ese olor inicial, ya había quedado atrás. Al llegar al quinto descanso en la montaña, ahí estaba el bosque de kaleidoscopio, con colores que danzaban entre las flores, que estaban suspendidas en el aire, no tenían raíces, tampoco las verdes copas de los árboles a ambos costados del camino. Y el aroma era dulce, extremadamente agradable, entre las flores de pétalos multicolores y las gotas de rocío como prismas esféricos refractando los colores desde la superficie verde de las hojas.Por encima, nubes rosadas y una claridad tan intensa y tibia que era la celebración de la luz, una primavera eterna, tal vez el paraíso prometido.
Ella toma un caramelo que brotó del suelo y mientras saboreaba el rico manjar, Raúl la invita a mirar: -Allá, allá delante, ¿ves esa pequeña roca de lágrimas?, ahí en una de sus paredes, cuelga una lágrima de una delgada y tenue membrana-.
-¿La ves?, -sí es muy linda.
- Bueno, ¿te acordás que soy mago?
-Lucía asiente con la cabeza.
-Me saqué muchas veces el dedo pulgar; hipnoticé a muchas personas, a tu abuela, a tu mamá, a tu tía ,a tu primo; hice desaparecer distintos objetos, que luego hice aparecer con la varita mágica. La ilusión y la fe eran las dos condiciones por las cuales podía hacerlo-.
-Ahora te voy a mostrar el último truco de magia. Voy a hacer aparecer algo que tu mamá perdió hace un tiempo.
-¿Cuánto hace?- pregunta ella.- No importa cuánto, porque la magia no tiene tiempo, tampoco un lugar, como te dije, es cuestión de ilusionarse, de imaginar, de creer, no hay fronteras, por eso yo puedo pasar a tu mundo y traerte hasta este otro lugar, porque soy mago y vos tenés fe y crees en la magia-.
-Ahora tenés que cerrar los ojos, sin espiar-Lucía cierra los párpados y para no tentarse con mirar, aprieta sus manos sobre ellos, la ceguera del instante. ¡El pacto una vez más!
El dice:-A la cuenta de tres podés abrir los ojos, a la una, a las dos…El suspenso iba en aumento, el espacio luego del dos era casi una eternidad, hasta que llega el tres.Ella con gran expectativa pone fin al suspenso, retira sus manos, abre sus párpados, libera sus ojos a la luz y puede ver sobre aquella ramita de lágrima, el brillo de las cinco piedras tan azules como el quinto cielo, engarzadas en una flor de plata sobre el aro del anillo y el entusiasmo se apodera de su espíritu, entra en él, lo alborota.
-Andá y tomalo- le dice.-La lágrima es tan delicada y frágil que si lo intento yo se puede romper y el anillo de piedras azules rodaría hacia un lugar tan profundo que se perdería para siempre-.
Dicho esto, se despide con un beso suave y su imagen se va desvaneciendo en una especie de tercer espacio...

Creo haber estado despierto cuando presiento los pasos de mi hija, descalza corriendo hacia nuestra habitación y con voz entrecortada por la emoción gritando, -¡mamá, mami, tengo el anillo de piedras azules, ese que habías perdido!-
Sandra que estaba dejando la última somnolencia, en el estado de vigilia inicial, pregunta:-¿Dónde lo encontraste?-
-Yo no lo encontré, el tío Raúl me dijo donde estaba.

Autor:Marcelo Ocampo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que no es condición sine qua non para ser ángel que el nombre termine en '-el'. Muy lindo cuento.

Marcelo Ocampo dijo...

En efecto,no sería la única condición, a pesar de las enseñanzas de la espiritualista.
Gracias por el concepto
Marcelo Ocampo

Anónimo dijo...

ya habia leido tu cuento, pero volvi a hacerlo y no pude dejar de emocionarme.
Solo queria decirte gracias.
Hugo

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