Empiezo la mañana, con algo de resaca, la trucha con verduras grilladas de la noche tal vez no maridó con el vino o simplemente he bebido demasiado.
El sábado tornasolado matinal, anunciaba una disconformidad climática que se metía en mi cuerpo y en los vericuetos cotidianos asados por el calor, que freía hasta los átomos del aire.
Escucho desde fuera del baño, la voz de Sandra:-¿Vamos a ir a Capital?
-Claro, en un rato termino mis necesidades finales (que a veces no son finales), me ducho, me afeito, controlo en la gomería el aire de las cubiertas y nos vamos.
La temperatura del día, vulcanizaba el aliento.
Pregunto: -¿Estas Lista?
-Me seco el pelo y vamos.
Salimos para Capital, por autopista La Plata Buenos- Aires.
-No me siento bien, la jaqueca me juega una mala pasada.
-Es el calor, me consuela ella.
Interminables fueron los kilómetros, bajo un cielo amenazante como soldado de plomo con metralleta de acero.
Un cartel de cochera disponible en la calle Córdoba, se mete en mis ojos y bajo por la rampa de acceso al vientre del monstruo traga autos, cuando escucho una voz desde un costado -Jefe ¿lavamos el auto? -Bueno, y ahí lo dejo.
Salimos de la boca del monstruo de cemento y emprendemos una caminata de unas cuadras bajo el aire de amianto de la ciudad.
-Sí, soy Laurence de Arabia, pensé, hasta miré con sorpresa a un camello caminando con su cuadrúpedo andar y pensé que bueno sería saber montar y llegar así en su lomo jorobado, hasta el edificio de arena a las puertas del desierto.
Con la ilusión de cobrar un billete extranjero en Western Union de la calle Córdoba, hacemos la cola (el camello, Sandra y yo).
En eso, desde la ventanilla nº 5 una voz:- ¿Alguien para Wester Union? -Sí nosotros y me apersono en la ventanilla con la Cédula Federal y el recibo para cobrar.
-No señor, no puede cobrar con la Cédula Federal, tiene que mostrar el Documento Nacional de Identidad (DNI). -Pero, si en esta misma ventanilla el mes pasado cobré mostrando esta misma cédula ¿Cómo ahora no?
-Habrán hecho una excepción, escucho como respuesta de una mal dormida.
¿Y no puede hacer otra excepción? Un lacónico: NO, nos arroja fuera del local con el cartel colgando del pecho que decía: Game Over.
O todo era un espejismo se trataba de la popular "Ley de Murphy".
La repentina desaparición del camello me hizo ver que era lo segundo.
Nos vamos hacia el centro comercial de la avenida Santa Fe, a paso lento y llegamos a una librería que antes fue un hermoso teatro.
Unos rufianes a sueldo, mataron a los actores, echaron a los músicos de la orquesta y unos inescrupulosos arquitectos y empresarios, llenaron el teatro con libros como espectadores de un escenario con mesas de bar, habitado por actores de la cotidianidad como nosotros que pedimos un tostado y una gaseosa, aplaudidos por libros de autoayuda que ocupan la primera fila.
Del falso escenario me dirijo hasta el baño:
un cartel con la leyenda: “Disculpe las molestias estamos limpiando para UD” y una soga impedían el ingreso.
Frente a la adversidad, hago tiempo en el sector de libros de mitología y tomo uno de la misma editorial y del mismo autor que había adquirido hacía tan solo un mes. Recordé el precio: $58. Por esas cosas, me fijo en la barra electrónica de precios: habían subido el precio tres veces los empresarios que juegan a libreros. Otra vez Murphy y otra vez el cartel en mi pecho: Game over.
Vuelvo al baño ya habilitado y al entrar encuentro en las dos medias puertas de acceso a los inodoros el aviso de: OCUPADO
¡Game over! Me salva el baño para discapacitados, que estaba disponible. Sin dudar un instante, me siento en un trono un poco más alto que los comunes con un andarivel y dos pasamanos, pero la misma utilidad, un sumidero para escatológicas evacuaciones.
Salimos de la librería V.I.P. en busca de una zapatería, me vendría bien cambiar estos mocasines postmodernos y ya algo gastados.
- Sí estos de la vidriera están lindos, comenta Sandra.
-Pero no traje medias, respondo – Es fácil compra un par en la mercería de enfrente, cruzamos y cuando veo el precio, muy caras en relación con la calidad y con los precios en mi ciudad, no las compré, en otro comercio las mismas medias el mismo precio, de modo que me fui sin adquirir los zapatos que me había gustado. ¿Puede la ley ser tan rígida?
-Acordate de las zapatillas, que precisas para la caminata, insiste Sandra.- Es cierto, vamos que allá veo una zapatería. Elijo una y le pido al dueño un par de medias. -No vendemos medias.
No puedo probarme las zapatillas sin medias, le contesto.
¡Sí, la ley de Murphy es muy rígida!
En la cochera, ya listos para regresar, pago el importe de las horas de alquiler y el lavado:- son 75 señor no 45. (Suma que le estaba dando) -En la Plata son 45. -Sí pero acá ponemos cera muy especial, antiarrugas, antilluvia, antigranizo y aspiramos el interior con un filtro especial. -Está bien, señor “especial” cobre el lavado especial.
Salimos de la cochera, con el auto recién lavado: una lluvia unánime caía sobre la ciudad y sobre el encerado especial.
¡Otra vez la maldita ley de Murphy!!
Espero que en la autopista se acaben los malos augurios, pero no fue así, hasta creí ver sentado en el asiento trasero al mismísimo Murphy, como pasajero!
Y sus efectos no se hicieron esperar: un triple choque impedía el tránsito normal, luego de sortear el obstáculo, entramos en la caravana circense de micros con futbolistas y con hinchas escoltados como príncipes por policías en motos y en autos que aullaban luces azules.
Observé por el espejo retrovisor interno la mueca de placer en los labios de Murphy, esgrimiendo su ley en la mano derecha.
Al descender de la autopista y ya en la ciudad de La Plata, me dispongo a cargar nafta en la estación de siempre: - no hay, me advierte el playero con ampulosas señas.
Busco otra estación de servicio: -Sí, hay pero no tenemos débito, no funciona. Miro con cara de asesino a Murphy, pero ya no estaba, dentro del auto solo estaba Sandra con cara de resignación especial.
Bueno, vamos a la vinería a buscar mi vino favorito: -Vendimos la última caja hace 10 minutos. NO, no puede ser si siempre tienen! Exclamo con sorpresa y cierto enojo.
Por fin en casa, dispuesto a guardar el auto, al bajar piso una cagada tan enorme que tuve que sacar el zapato con sumo cuidado.
-Después quieres que no me enoje! le comento a mi esposa, -y no me digas que pisar mierda trae suerte! Entramos a casa, saco el otro zapato, descalzo y cansado, me tiro a la cama pensando que la ley de Murphy, con su primera sentencia: “Si algo puede salir mal, saldrá mal” es tan científica, como la Ley de la Gravedad.
Marcelo OCAMPO
miércoles, 22 de febrero de 2012
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3 comentarios:
Querido primo, no puedo dejar de sentirme identificado y para apoyar aun mas las teorias de murphy y tu desencanto, te cuento que el lunes siguiente , el 71(conocido en la jerga especializada como el excremento ) salio en tres loterias, jajaja. Me hubieses llamado y por ahi el vino....lo tomabamos. Un abrazo Hugo
Ja Ja me encanta como lo relatas mas que el contenido del texto. Dicen que lo mejor que se puede hacer con un mal dia es terminarlo lo antes posible...o sea irse a casa y tratar de no hacer nada util solo fiaca..ocio.
A todos nos pasa a veces hay que revertirlo ante el primer inconveniente o fracaso.Cuando algo malo nos pasa lo "decreto bueno" por algo paso seguro vendra algo bueno despues y se cumple...son nuestros pensamientos que nos predisponen hacia lo bueno o hacia otro lado...Eso pienso yo. Mi nieta dice Hoy y solo hoy soy una fracasada... cuando tiene esos dias siempre discutimos el tema de los llamados dias malos
ley de murphy
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