jueves, 2 de febrero de 2012

A mi hija, en el instante



No dije algo que pueda herirte,
ni en el sentido ni en la forma
y sin embargo te fuiste herida,
ni hay erinias que persigan,
ni miradas esquivas, solamente
una herida que trato de aliviar.
No hay un recuerdo como garra
que aprieta la garganta, ni tampoco
un grito que amenaza, solo quiero
que comprendas que estoy contigo.
No hay sospechas ni garras debajo
de la puerta, la conciencia del abismo
atormenta, solo quiero ser
y dejarte ser.
Los fantasmas y los miedos que se iban
con la luz encendida y con una caricia
en los tiempos de cuna, ahora habitan en ti,
solo puedo mirar y acompañar,
el camino es tuyo, el camino es uno,
las puertas se cierran y se abren en el interior.
La rosa conoce el dolor entre las piedras, busca su ideal de belleza,
busca su esencia
en el mundo que truena.
Los rostros se opacan en las aguas del Leteo,
Mnemosine los devuelve con nítida presencia
mientras el eco de una voz
entona canciones de amor.
Todo habita el instante.
Solo puedo mirar y acompañar.
El abismo se abre bajo los pies.
Cae el ojo del cielo, la noche vuelve,
la tierra cruje y se agrieta,
la bestia ruge desde el fondo,
los dioses se inquietan,
ya no hay holocaustos para ofrecer.
La conciencia despierta,
puja desde el dolor, asoma
entre el inconsciente y la razón,
La pulsión de Ser la anima a ver
el sol del día después.
La niña ha crecido, el centinela se ha ido.
Solo puedo mirar y acompañar.
Todo habita el instante
entre el sueño y la vigilia.
Nueve cielos y una vida,
nueve infiernos y una agonía,
una razón y una esperanza,
una ronda y miles de almas,
como el remolino de las hojas
en la vereda
de un solo otoño.
Como el vértigo de las flores
en la azotea
de una sola primavera.
Solo puedo ver y acompañar.

Marcelo Ocampo

1 comentario:

MARIA CECILIA MORON dijo...

MUY BUENA ME GUSTA BESOS CECI

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