Eos y Titono |
Un hombre trabajado por el tiempo,
Un hombre que ni siquiera espera la muerte
(Las pruebas de la muerte son estadísticas
Y nadie hay que no corra el albur
De ser el primer inmortal),… JL Borges
En la mitología griega, Titono era un mortal hijo de Laomedonte rey de Troya, hermano del gran Príamo y del bello Ganímedes. El tipo tenía una “tormenta de facha”, que deslumbró a la diosa Eos, la Aurora de rosados dedos, de Homero.
Perdidamente enamorada se casa con él y le pide a Zeus, que le concediera la inmortalidad, favor que Zeus le otorgó.
Pero la diosa, tuvo un olvido lamentable, pedir, además de la inmortalidad, la juventud eterna.
Por el lamentable olvido, Titono, envejecía y envejecía, se achicaba y se arrugaba cada vez más eternamente así, inmortal, pero longevo sin remedio.
¡Oh, eterna juventud, en los espejos oblicuos, en el santo Grial, en la epopeya de Gilgamesh, en Glauco de Creta, en Fausto y Mefistófeles!
Lo cierto es que Titono en el itinerario cotidiano, se había convertido en una especie de “cigarra con canas”, terminó provocando el rechazo de la diosa Eos, quien se levantaba cada vez más temprano, para dejar la cama y el cuarto lo más rápido posible.
Mientras la diosa, con sus lágrimas, producía el rocío de las mañanas, el longevo Titono, situado en la cruel encrucijada entre los hombres y los dioses, solo, pedía una cosa: morir sin más.
Aunque el mito no lo diga Eos, se preocupó, por su esposo, e intentó hacerlo rejuvenecer, mediante distintas estrategias.
Fue en búsqueda de otros longevos, Matusalén, quien vivió 969 años y engendró a los 187 años. Pero Matusalén era mortal y envejecía conforme a la infirmitas humana. Tampoco Gilgamesh, ni los ocho inmortales de la dinastía Tang, fueron útiles a su súplica. Glauco y los caballeros del santo Grial tampoco.
Titono era un caso único y por tanto raro para la ciencia y para los conjuros de chamanes y de profetas.
Eos, decidió hacer un viaje de casi 2600 años y consultar con los científicos del proyecto Human Longevity Inc (HLI), empresa fundada para rejuvenecer a las personas, mediante el alargamiento de telómeros,( la última porción de DNA de los cromosomas).
Pero desistió al percatarse del incipiente proyecto y de los intereses económicos de los científicos devenidos empresarios.
La diosa, incansable, llenó un ánfora con aquellos productos comestibles que la ciencia avalaba y algunos doctores mediatizaban por los medios: “tome este polvito todas las mañanas y será mas joven cada día”.
Para agregar que ese polvito, (mezcla de Vitamina D, zinc, hierro, ácidos grasos de omega-3 y resveratrol de las uvas), tiene la propiedad de alargar los telómeros y garantizar de este modo “Científicamente controlado”, la juventud eterna, agregando una caminata de 1 hora diaria.
No explicaron, sin embargo, cómo elongar los telómeros alargados luego de la caminata para evitar calambres genéticos .
¡Lo dieron por sabido, extrapolando la elongación de los sarcómeros!
De regreso en la Tróade, Eos, preparó un zumo en la copa de 3 asas de Néstor (longevo hasta la tercera generación) y con un sorbete, le dio a beber a Titono, quien ya no podía tragar alimentos sólidos…Pero el tan mediatizado polvito, no logró los efectos de rejuvenecimiento.
Eos no se dio por vencida y acompañada por las ninfas marinas, fue en busca de los Hidrozoa del grupo del filum celenterado, en el fondo del mar y ellas la pusieron en contacto con una colonia de medusa Turritopsis nutrícula. Ellas, consternadas por la historia de Titono, le obsequiaron unas células totipotenciales de sus tentáculos, para rejuvenecerlo, confiadas en su forma biológica de inmortalidad y de juventud.
La diosa machacó en un mortero las células de los tentáculos, agregando aceite de oliva y pimiento, preparado con tesón, junto a un vaso de vino de de Pramnio y así alimentó durante 3 días a su inmortal y consumido esposo, pero esto también fracasó.
Cansada de tantos intentos, la diosa Eos terminó por abandonar a Titono quien solo tenía la esperanza en la llegada de la suave muerte que prodigaba Tánatos, el hijo de la noche.
Marcelo Ocampo
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